20090417

Un año de peregrinaje


Hace un año y dos días que el Centro Católico de Comunicaciones y yo nos dimos la mano en señal de adiós. El futuro (ahora, presente) de esa empresa, que considero casi como una hija, no es precisamente feliz... Tampoco yo lo soy del todo, pero bueno, la felicidad es una entelequia, ¿no? Si bien no estoy precisamente contento, por lo menos percibo que he crecido, aunque sea un poquito.

En este tiempo, he pasado por experiencias inapreciables, que no hubiera tenido de seguir ahí. Si bien el dinero ha llegado a ser un tema serio en las sobremesas más de tres ocasiones, no nos ha faltado nada en realidad, y hemos obtenido bastantes «cosas», además de disfrutes, vivencias y «conocencias».
Esta recapitulación honra especialmente a los compañeros de generación en la primaria y la preparatoria, con Lalo Sierra y Azucena Macías en primer término; a la gente excepcional que he conocido mientras tanto, como el Oficial Lemus y Edith Olmedo, de quienes aprendí mucho sobre protección civil, primeros auxilios y seguridad personal en un tiempo mínimo; al 2º Oficial Jehu, a quien conocí en el XXXI Campamento Nacional del PDMU Menor en julio y con quien intercambié breves pero relevantes momentos hace una semana, en los Cursos Nacionales, evento que también merece consignación aquí.
Nos hicimos de una motocicleta y he rodado 11 mil kilómetros bajo sol, lluvia y viento mientras tanto, solo o con Edgardo en ancas e Inés en el regazo. Reempastamos la cochera, que ahora es la envidia de sí misma. Enrollé el copal en alambre, y aunque le hice más daño que bien, por lo menos vencí un temor que me dominó desde que inicié la práctica del bonsai. Soy responsable de formar una treintena de chiquillos y adolescentes en mi colonia.
Todo ha venido junto y en racimo; algunas vivencias más temprano que otras, pero al cabo todas derivan de haber tomado un camino aparte del CCC. No puedo enumerar siquiera la gente que he conocido gracias a ello, y menos los aprendizajes que me ha dejado. Sólo en el Campamento Nacional, compartí logros y penurias con casi 300 niños y los adultos que iban a cargo de ellos; en los Cursos Nacionales, de cerca traté a medio centenar... No podría recordar sus nombres y son, de cualquier manera, personas hermosas que creen con firmeza y fundamento que se puede transformar para bien a la sociedad.
Este año me ha dejado, sobre todo, gratitud. Hasta de lo peor he aprendido lo mejor. Me duele que el CCC vaya como barco que hace agua, pero le agradezco este sinfín de oportunidades que me regaló al despedirnos.


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