20101125

Éstas sí son mías


De vez en vez iré echando en esta página los «garbanzos de a libra» que me salen cuando doy instrucción a los muchachos de mi unidad, o cuando le regreso los pies a la tierra a alguien (incluido yo mismo). No son para moralizar ni para abrirle el mundo a nadie, pero quizás faciliten a los colegas la formulación de algún concepto.


  • Ser cadete es un estilo de vida, no una actitud ocasional: transforma todas las dimensiones de la existencia, vuelve trascendente al individuo.
  • A un cadete no se le ordena hacer lo más fácil, sino lo correcto. Las cosas fáciles se le piden la gente común.
  • El cadete da una solución en donde todos los demás sólo encuentran un problema.
  • Un cadete no hace lo que quiere, sino lo más conveniente para el bien de todos.
  • El cadete hace lo que se le ordena, inmediatamente y exactamente como le fue ordenado.
  • Los errores se cometen una sola vez. La primera es aprendizaje; la segunda, negligencia; la tercera, maldad.
  • Un soldado obedece ciegamente porque ése es su trabajo. Un cadete obedece porque sabe que le conviene obedecer.
  • Sólo de ti depende ganar la confianza de tus padres y la sociedad: actúa con firmeza, habla con cortesía, y hazlo así siempre.
  • La diferencia entre un esculta y un cadete es que éste, además, se somete por propia voluntad a la misma disciplina que el soldado, y conoce el valor de ello para su vida.
  • Hacer lo correcto es obligación del ciudadano; hacerlo siempre de buena voluntad, es compromiso del esculta. Sacrificarse por su pueblo, es el trabajo del soldado. Pero siempre hacer voluntariamente lo correcto, con benevolencia y mirando al beneficio de los demás, es el modo de vida del cadete.
  • El cadete no es un soldado. Tampoco es un atleta. Tampoco es un universitario. Es todo eso al mismo tiempo, y es todavía más: también es un ser espiritual.
  • Que ‘espiritualidad’ signifique para ti «actuar buscando que mi vida sea digna de ese Ser superior a lo humanamente alcanzable». Si no crees en nada, llámalo ‘Patria’, y en Ella intuye las aspiraciones, sufrimientos y existencia de tu prójimo, que te llaman a la misión común de trascender.
  • La espiritualidad que se queda en rezos y golpes de pecho, es estéril. Hazla fructificar en una ética para servir a tus hermanos, una moral que purifique todos tus actos, una sed insaciable de todo lo que es sublime.
  • Hacer una buena acción a un desconocido, lo puede cualquiera. Hacer el bien a un enemigo personal o una persona antipática, eso sí tiene mérito.
  • No cuentan como ‘buenas obras’ ser amable con los propios padres o hermanos, con los mayores ni con la autoridad; tampoco asear el propio cuarto, ropa y cubiertos; ni cumplir con los mínimos deberes ante la escuela, el trabajo, Dios y la Patria: ésas son las mínimas obligaciones de un cadete.
  • No aceptes que la gente te felicite por cumplir tu deber; te hará mayor beneficio señalándote tus faltas, para que puedas corregirlas.
  • Que tus obras nunca sean para demostrar a otro que tú eres mejor, porque las envileces. Hazlas porque tú mereces ser mejor.
  • No te conformes con ser tan bueno como tu instructor o tu comandante, ni escudes tu pereza en sus defectos. Que tu desafío sea superarlo, así como su misión es ayudarte a ser alguien mejor que cualquiera.
  • Que tu mejor amigo sea el diccionario. Nunca te quedes con la duda de qué se te dijo ni supongas un significado; hay quienes pagan esta ignorancia con la vida.
  • Sé una mejor persona al acostarte por la noche, de la que eras al despertar por la mañana.
  • No trates de cambiar a los demás ni a ti; es imposible. Mejor dedica esas energías a dignificar tu entorno y tu persona.
  • Todo lo que hagas quedará grabado para siempre en tu memoria; son los aprendizajes y experiencia que te hacen crecer y madurar. Arrepentirte de ellos o esconderlo, es tanto como arrepentirte de haber vivido.
  • Si te tienta algo que no harías ante tu familia, es probable que después te avergüence cada vez que lo recuerdes. Evita aprender en carne propia estas lecciones amargas.
  • Tu tarea de todos los días es: haz una buena acción a alguien que te caiga mal; asegúrate antes de dormir que aprendiste algo nuevo; haz una rutina de ejercicio físico; cuida lo que tienes y ahorra lo que ganas. Esto es lo mínimo para cumplir las finalidades que te impusiste al ser miembro de esta Institución, es la parte que te corresponde en conseguir «La Grandeza de la Patria».
  • La Patria es más que una Bandera, un territorio, unos héroes, historia y cultura: la Patria es, también, cada uno de los que nos decimos y reconocemos como mexicanos. En la medida que tú seas un mejor mexicano, construirás una Patria mejor.
  • Las ideologías perecen; la Patria permanece. Si el amor patrio que enseña tu Institución es puro, y su intención honesta, no necesitas más divisas ni bandera que los de la Patria y tu Institución. No las insultes mezclándolas con símbolos de grupos sectarios o demagógicos.
  • Cuida en todo momento tus acciones. Por el solo hecho de saber que eres miembro de esta Institución, la gente siempre minimizará tus buenas obras y exagerará tus errores, faltas o defectos.
  • El escándalo que provoques portando estas insignias, no sólo daña a la Institución: arrastra en tu deshonra a la familia, los amigos, la escuela y todos los que se han esforzado por hacerte una persona de bien.
  • Las malas obras que realices mientras milites en esta Institución, se grabarán en la memoria de la gente más hondo y más firme que todas las buenas obras que acumules durante el resto de tu vida.
  • Es vacuo portar el uniforme o ganar la admiración de la gente, si sólo te impulsa un falso sentimiento de superioridad, no la vocación de servicio ni la superación moral de tu pueblo.
  • Este uniforme te convierte en héroe y modelo de tu pueblo, lo merezcas o no. Sólo por verte en él, te exigirá lo que quizá no está dispuesto a hacer: vivir con fidelidad constante tus valores, actuar con honestidad absoluta, hablar indefectiblemente con la verdad, ofrendar tu vida por la de otro cada que sea necesario.
  • Lo que realmente vale la pena, no se compra hecho en la tienda: se construye con años de perseverancia y convicción, soportando murmuraciones, críticas y el sabotaje de los pusilánimes.
  • Hay batallas justas. Hay batallas necesarias. Hay las justas y necesarias. Y hay batallas estúpidas.
  • Comprende bien a qué te obligarás cuando protestes cumplir los Compromisos de los Cadetes: tienen el valor de un juramento; aun cuando ya no portes este uniforme pesarán sobre ti, y el Juez Supremo te pedirá cuenta de ellos.
  • Al protestar los Compromisos de los Cadetes, jurarás lo mismo que los antiguos caballeros. Heredarás la misión de los Templarios y Hospitalarios, que defendían a los desvalidos del camino; de los Caballeros Águila y Jaguar, que engrandecieron la Nación Mexica con su propia sangre... Piensa desde hoy si tienes lo suficiente para emularlos.
  • ¿Quieres ser un caballero? Da siempre la cara, empeña tu nombre y extiende con franqueza tu mano. Ofrece tu brazo al débil y tu vida a las causas grandes. Une a los individuos y que tu ejemplo los invite a ser más humanos.
  • Desconfía de cualquiera que actúe en el anonimato, que divida, intrigue o humille al prójimo. Ay de ti, tu familia e institución si eres tú precisamente esa persona.
  • Con tu primer ascenso iniciarás un camino aún más arduo que ganar el título de ‘cadete’: guiarás en ese mismo recorrido a quienes, como tú ahora, se han decidido a hacer de su vida una ofrenda continua de trascendencia y de servicio.
  • Graduarte de cadete es sólo el primer paso en el camino que hará de ti un caballero en toda la extensión de la palabra. Cuando recibas tu espada y tu primer grado de oficial, que sea como reconocimiento de que lo conseguiste, no un acicate para alcanzar ese propósito.
  • Los cargos no te dan el privilegio de abusar de tus subordinados ni despreciar a tus iguales; son lo que dice su nombre: una carga que la Institución y la sociedad te entregan confiando en que sabrás llevarla correcta y puntualmente a su destino.
  • Los grados no son una escala de superioridad, sino de responsabilidad. Acepta un ascenso sólo si estás dispuesto a proteger y cultivar la existencia de tus subordinados en todo aspecto y circunstancia.
  • Quítate la idea de que «el enemigo» o «la competencia» son los que usan ése o aquel uniforme; los que saludan con la izquierda o la derecha; con dos, tres o todos los dedos. Si formamos a nuestros jóvenes en la dignidad personal y el valor de cumplir las reglas que rigen nuestra convivencia; si anhelamos un mundo mejor o una Patria más grande, entonces somos hermanos. El verdadero enemigo es todo aquello que nos empuje a la autodestrucción y la vileza.
  • ‘Amigo’ es una palabra muy cara. No la prodigues a cualquiera que no esté dispuesto a acompañarte en tu compromiso con la trascendencia, ni la niegues a quien, siendo mejor que tú, esté dispuesto a colaborar en tu propia superación.
  • Autocomplacencia y autocompasión son veneno para los individuos y las instituciones; evítalos si deseas una vida larga y plena.
  • La autocrítica y la vocación de servicio producen existencias longevas, vigorosas y fructíferas.
  • Que tus actos, palabras y pensamientos cotidianos lleven el sello marcial del cadete: discretos, precisos, valientes y enérgicos.
  • Es importante decir siempre la verdad, pero nadie te escuchará si la gritas con afrenta.
  • El valor de hablar con la verdad es grande, pero es aún mayor el de hablar con hechos.
  • Nada iguala el valor de actuar coherentemente con las propias convicciones.
  • Las causas nobles y justas, se pelean con medios nobles y justos.
  • Lleva siempre a la vista un distintivo de tu procedencia: será para ti un recordatorio permanente de la calidad que deben tener tus actos, pensamientos y palabras para ser dignos de la divisa que presumes; además, todos distinguirán fácilmente con quién pueden contar en cualquier circunstancia.
  • No te dejes amedrentar por el corrupto o el poderoso, ni permitas que compren tu lealtad con coerción o halagos: tu pureza, rectitud y constancia encarnan la esperanza de todo un pueblo.


1 comentario:

osogrismx dijo...

Excelente, me gustó mucho. Sin duda recurriré a este texto cuando ande allá por Jocotepec.

Sabiduría Pentathlónica